ARIEL ARNALDO ORTEGA

Un tipo que nos enseñó que la gambeta es de las pocas mentiras que dan satisfacciones. El dueño de la cintura más temible, el creador del quiebre de cintura más efectivo...

Lo primero que debo preguntarme es si equipos como Parma, Valencia, Sampdoria y Fenerhbace son más grandes y gloriosos que River. La respuesta que me doy es que no. Y suponiendo que el sentido común se imponga y el que lea esta nota piense como yo, estará de acuerdo entonces que cuando se dice que Ortega sólo anda bien en River se le está regalando un soberbio elogio. Es harto merecido. No se niega el fracaso en Europa, solo se compara calidades y vitrinas. Ortega es para jugar en un equipo grande. Destacar las virtudes de Ariel a esta altura de su campaña no va a hacer de mí un observador perspicaz. Fue hasta hoy y por lejos, el mejor jugador que se puso la camiseta nacional desde el retiro voluntario de Maradona. Siempre fue el que en el imaginario colectivo podía aportar algo decisivo, grandioso, glorioso.

El Burrito coronó otro título con River y acalló con fútbol las dudas de los ingenuos que pensaban que el Burrito ya estaba de vuelta.

¿Como discutir al que brinda algo distinto dentro de este fútbol-atletismo que los amantes de los resultados han entronizado hace década y media? El hincha argentino suele ser un buen observador de fútbol, y lo imagino identificado con el fútbol que propone Ortega. Gambeteador, morfón muchas veces, hiper-habilidoso, inmaduro en las reacciones, es sin dudas Ariel un jugador distinto. El jugador distinto, de esos que justifican la erogación de una entrada, porque al fin y al cabo, uno paga para ver fútbol, algo que el burrito entrega sin reticencias.

¿Ese burrito? No es un burrito cualquiera. Es jujeño y tiene nombre. Se llama Ariel Ortega y brinda espectáculo dos horas por semana, y quiera Dios sea por muchos años más con la 10 de River en la espalda.